Cristina Pedroche
Lo que Cristina Pedroche toca se convierte en viral inmediatamente. Y, habitualmente, también en polémica (cómo olvidar los últimos dos vestidos con los que dio las campanadas en Nochevieja). Y esta vez le ha tocado a su relación con el cocinero David Muñoz. La pareja, casada desde el pasado octubre, no se prodiga demasiado en público, ni siquiera en las redes sociales, pero cuando lo hace, no deja a nadie indiferente. Porque normalmente Cristina expresa sus sentimientos de una forma muy vehemente y apasionada. La pasada semana, Pedroche acudió como invitada a El Hormiguero a hablar de la nueva edición de Pekín Exprés (programa que presenta), pero Pablo Motos, que siempre se anda muy rápido en sacar temas controvertidos con sus invitados, le preguntó por su marido.
He de reconocer que no veo El Hormiguero. Debo de ser de las pocas personas de este país que no lo siguen, a juzgar por sus altos niveles de audiencia. Pero es que no le veo la gracia. Me parece un programa que se regodea en (intentar) hacer humor sobre un tema que no tiene nada de gracioso: el sexismo imperante en la sociedad. Da una imagen muy rancia de este país. Pero justo ese día lo vi a ratos. Iba cambiando porque tenía interés en ver a Dani Rovira hablar de una asociación animalista de mi ciudad (La Huella Roja, de Almería). Así que por casualidad vi a Cristina Pedroche hablar del tatuaje que se había hecho del perfil de su marido de una forma muy peculiar: «yo le entrego mi alma, mi corazón, mi todo… Y mi piel también». Me llamó la atención y continué viendo ese espectáculo, mientras ella contaba lo mal que lo había pasado por trabajar a miles de kilómetros de él durante unos meses y que había conseguido un móvil del país en cuanto llegó allí porque necesitaba estar en contacto con él. Hasta ahí todo normal. Es una chica enamorada y cualquiera en su situación habría actuado igual. Lo malo es la forma en que se expresa cuando dice «nunca voy a cortar con él. El amor verdadero solo existe una vez en la vida» o «todo lo bueno que me pasa es por él». Ahí ya empieza a indicar algo muy peligroso, algo de lo que las mujeres llevamos décadas intentando deshacernos: el mito del amor romántico que tanto daño ha hecho.
Que nadie confunda el amor romántico con el romanticismo que puede gustar a muchas personas en sus relaciones (las cenas con velas, los pequeños detalles o los paseos de la mano, por ejemplo). El mito del amor romántico es lo que nos han vendido como correcto. O más bien lo que nos han impuesto desde que somos bien pequeñas, con historias como los cuentos de princesas en los que se «adoctrina» a las niñas para ser pasivas, dóciles y necesitar un chico que las salve (algo que de ninguna manera podrían hacer por sí mismas). Este mito nos ha hecho creer que las mujeres solas no valemos nada y que precisamos siempre de un hombre que nos aporte valor. Cuando Cristina Pedroche dice que todo lo bueno que le pasa es debido a su marido, da una imagen pésima a las adolescentes que han crecido con esos estereotipos grabados a fuego en su interior. Y no es casual que las cifras de violencia de género entre jóvenes, incluso menores de edad, sean tan alarmantes y que crezcan anualmente. Es consecuencia de, entre otras cosas, los mensajes que se envían desde los medios, la publicidad, el cine y cualquier ámbito de la sociedad.

¿Está Cristina Pedroche obsesionada? No lo creo. Es una chica enamorada y que cree en un amor de verdad, súper poderoso. Muchas somos así. ¿Debería medir sus palabras? Sin duda. Su perfil es público y muy seguido, sobre todo por un público joven e influenciable, que la tiene como modelo de comportamiento. Su mensaje es peligroso. Y el problema no es que esté tan enamorada (ni que lo diga, claro), sino que proyecte una imagen de mujer supeditada a su hombre. Ningún hombre es más importante que tú, Cristina. Y creo que tú lo sabes.
Si realmente su felicidad dependiese solamente de él, no habría viajado hasta Asia durante meses para trabajar allí. Es una mujer independiente y moderna. Entonces, ¿por qué dijo eso? Puede que fuese por llamar la atención (sabiendo que esas palabras suscitarían polémica) o puede que lo soltase sin pensar. Yo creo que es la primera opción, que es su táctica para mantenerse siempre en boca de todos. Pero en cualquir caso sería clave que empezase a tener cuidado y pensar bien lo que dice y hace, porque sus consecuencias (para otras personas) pueden ser nefastas.
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Imágenes | Cuore